martes, 15 de enero de 2013

El refugio

Hacia las siete,  Martín abrió la escotilla y Alma entró en el búnker con la cena; pollo frito y ensalada César. La pareja se sentó en el suelo húmedo. Masticando sin hablar, lanzándose miradas cómplices...  parecían niños que jugaban en la casa del árbol.
Al terminar, Martín acercó la lámpara de queroseno a la mesa donde reposaba la máquina de escribir en la que tecleaba su segunda novela de escritor de prestigio.

En el equipo de música a pilas sonaba música country.
Detrás de él, podía sentir como Alma lo observaba mientras mascaba chicle de limón. El búnker olía a limón, a sudor y a humedad. Martín sabía que aquel lugar habría sido el horror para muchos; no para ellos dos.
Se giró y observó como ella cogía una botella de agua de uno de los paleś y daba un pequeño sorbo.   Cruzó el búnker con pasos cortos y lentos y se apoyó con las manos en la espalda en una de las paredes de hormigón. Martín sabía que se quedaría inmóvil en ese rincón imaginando que bailaba en el Gran Ballet Ruso.

En su ensoñación nunca había tenido nueve años, no esos nueve años en los que se había roto la rodilla, perdiendo así toda esperanza de ser bailarina profesional.
En el exterior del refugio ella era dueña de una boutique de lujo y él un director de hotel. Pero dentro del búnker eran quienes deberían haber sido y nunca fueron. Allí reescribían su destino.


Ficha del personaje:
Martín no aparenta más de cuarenta años, pese a que cumplió cincuenta y tres recientemente. Cabello rizado  y cejas muy espesas. Vive en pareja con Alma, el amor de su vida. Estudió Escritura Creativa y fue director de la revista literaria del Campus. Fue profesor de prácticas, pero no se presentó como candidato cuando hubo una vacante de profesor de teoría. Había tres candidatos más y tenían más antigüedad que él. Este hecho y la necesidad de pagar una hipoteca le decidieron a aceptar el puesto de director de hotel de tres estrellas. Así se desvinculó del mundo literario, porque encima le hacían cumplir con un horario de trabajo demencial. Si la falta de dinero no lo hubiera obligado a espabilarse y dejar el empleo en la Universidad, ahora seguro que estaría escribiendo literatura de calidad.

Espacio en el que vive:
Se supone que en una casa de dos pisos y 280 metros cuadrados. Pero donde pasa todo su tiempo libre es en el búnker que mandó construir en el jardín. El búnker tiene paredes de hormigón, mide cuatro metros por nueve y es  capaz de contener a cinco personas. Está abastecido de conservas, medicinas, vitaminas, mecheros, cerillas y dos palés de botellas de agua. La energía eléctrica se consigue a través de un generador. También hay un bidón de cuatrocientos litros de queroseno.
No faltan un equipo de música que funciona a pilas, una lámpara de queroseno, una cama ancha, una mesa y dos sillas de abedul,  una máquina de escribir, folios, un frigorífico de bajo consumo, un inodoro con sistema de succión...

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