A) Nada me gusta más que invitar a desayunar a mis vecinos. Ya quedan pocos vivos de mi edad; me he ido acostumbrando a comer con la juventud. Hoy he convidado a David o Diego... los nombres me bailan. El joven se ha quedado con la boca abierta cuando ha visto mi hermoso mantel de hilo blanco, con dos platos y dos fuentes llenos de comida suculenta. Mejor empezar el día con la tripa llena, como hacíamos antes. Le he preparado mi receta estrella: lentejas con tocino.
En las bandejas he servido fuet del bueno, bien seco con pan de payés untado con tomate de rama. Denís, Damián... bueno, el chico se ha deleitado tanto con la comida que le he visto cerrar los ojos de placer. Aunque come como un pajarito. El muchacho ha sido tan amable que hasta me ha revisado el grifo de la cocina que goteaba. Le he dicho que vuelva cuando quiera.
B)La abuela Clementina ha venido esta mañana para invitarnos a desayunar en su casa. He mandado al niño, a Darío, que cumplió dieciséis años el mes pasado, para que por lo menos haga algo de provecho; que no hace más que mandar mensajes por el móvil y ha suspendido tres asignaturas. No es pariente nuestra, pero siempre la he llamado abuela, abuela Clementina. El niño ha vuelto refunfuñando y me ha gritado que nunca más va a volver a la casa de esa mujer. Por lo visto, la abuela Clementina ha puesto sobre un mantel amarillento y viejo, dos platos con los bordes mellados y dos bandejas del año del catapum. En los platos había un estofado de lentejas lleno de bichitos flotando. Y en las bandejas había un fuet tan seco y reverdecido como un tronco. También había pan mohoso. El niño no se ha atrevido a levantarse de la mesa, por si la abuela le montaba un escándalo. Así que ha hecho como que comía. Dice que nunca había pasado tanto asco. Y a la que ha podido ha volado a escupir todo en el fregadero de la cocina. Resulta que después ha girado los mandos del grifo y las cañerías han rechinado, pero no ha salido ni una sola gota de agua. En ese momento ha entrado la abuela Clementina en la cocina y el niño le ha soltado la bola de que le estaba reparando el grifo. Ella se lo ha creído, tan tranquila. Pero cuando ha salido de la cocina, Darío ha abierto el armario de la despensa porque olía una peste rara. Toda la comida estaba semi-podrida y las latas oxidadas.
Ha cerrado las puertas y ha intentado escapar a toda prisa. Pero la abuela Clementina se ha dado cuenta de que salía por la puerta de la calle y se ha apresurado a comentarle que volviera cuando quisiera. Esta semana hablaremos con los servicios sociales para que la cuide una enfermera en casa. Si nadie pone remedio y la abuela Clementina sigue alimentándose de estas porquerías, enfermará.
¡Dios mío, cuando la mente se deteriora!
ResponderEliminar¡Qué distintos puntos de vista!
Lo malo es que la anciana no comprenderá que se la lleven de su maravillosa casa.
Me ha impactado.
Un saludo
Hola Nena Kosta, No, la anciana se quedará en su casa, no se la llevarán a ningún sitio. Irá una enfermera a cuidarla en su propia casa. Saludos.
ResponderEliminarEs cierto que lo dices, pero primero tendrán que adecentar esa casa, "invadir" de alguna manera su intimidad y la anciana no vive la realidad...
EliminarEspero que no te molesten mis comentarios.
Saludos
Hola Nena Kosta, No te preocupes que puedes opinar lo que decidas. ;) Bueno, creo que la anciana tendría sus más y sus menos con la mujer que la cuidaría. Supongo que cuanto más lúcida estuviera la anciana de la historia, menos invadirían su intimidad, más mandaría y que si el proceso fuera deteriorante y gravemente degenerativo al final la cuidadora sería más invasiva por la naturaleza misma de la enfermedad... En todo caso, creo que la anciana Clementina iba a dar guerra si no la supieran llevar, porque es un personaje valiente, combativo, con carácter fuerte y que no se deja amilanar.
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