miércoles, 19 de diciembre de 2012

El tiempo de Grazia


Grazia está enroscada dentro de la hendidura de un árbol milenario. Tirita desnuda. Es invierno, ha caído una nieve fina y el aire quema los pulmones. Abraza contra el pecho Alicia en el País de las Maravillas. Duerme. En su sueño cae por la madriguera lentamente; al final del túnel ve luz. Pero aún no ha llegado.
De camino, mientras lo recorre, vuelve a 2011. Tiene quince años. Está en el lago leyendo Crepúsculo; su primer novio Pier sostiene una caña de pescar con las dos manos. 

 Finge desinterés por él. El aroma cálido y limpio del pelo del chico la envuelve al mismo tiempo que Bella y Edward se besan en el prado. Pier levanta la vista del agua y la rodea con su abrazo. Le pregunta si aún quiere ser su chica. Ella sonríe y piensa que no debe temer a ningún monstruo.
Pasa el tiempo. Tendrán un hijo, que a la vez tendrá una hija. Cuando la nieta tenga nueve años, Grazia se desplomará sobre la mesa de la cocina. Le estaba leyendo Rapunzel. El diagnóstico será cáncer. Perderá todo el pelo. Su nieta no tolerará que le vuelvan a leer ese cuento.


Retrocede aún más. Ahora tiene seis años. Es una niña fuerte y decidida. Está orgullosa; ha conseguido leer su primer libro de mayores Hansel y Gretel. Aunque no comprende el mensaje del cuento; ¿por qué lo azucarado no siempre sabe dulce?.
Pero en la lectura en la que piensa cuando se adentra en el bosque para morir dentro de la secuoya, sola, como sola vino al mundo, es en una frase de Erskine Caldwell: terminar un cuento es saber callar a tiempo.


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