martes, 25 de diciembre de 2012

Zaruiá

 
Zaruiá no se encuentra en ningún mapa de este planeta.
 Nadie te dice dónde está o cómo llegar allí,  porque cada Zaruiá es distinto. Para unos es una  herida profunda en la mejilla que dejará cicatriz de por vida, resultado de un accidente en una tarde de juegos en un olivar; para otros puede ser un puñado de cacahuetes comidos por un alérgico a los frutos secos,
  a la salida de un examen aprobado con nota.


Mi  Zaruiá  es el aire venenoso de la soledad que respiro cuando sueño con mi trabajo ideal. Me gustan los batidos y quiero dedicarme profesionalmente a prepararlos en un bar donde solo se venda esta clase de bebida. A mi marido no le parece bien. Dice que estaré majareta si cambio mi trabajo en la agencia de viajes por ir a servir copas. No puedo siquiera hablar del tema porque me contesta impaciente o colérico. Así que sirvo estas bebidas en mi mente: batidos de absenta,

 
 de maría, de regaliz. Hasta tengo en mi imaginación un delantal bordado con mis iniciales en gris perla.
Supongo que si viviera mil vidas, conocería mil zaruiás. Y si  hubiera recordado todas las veces que hubiera venido al mundo, puede que hubiera adquirido la sabiduría de ayudar a  otros como yo para que trazasen su propio mapa,  no para saber cómo llegar, sino para encontrar la salida.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario