martes, 23 de abril de 2013

Clandestina


Un grupo mixto recorre a pie el camino por dónde se llega a Cipresia. Un hombre y una mujer circulan a ritmo constante y seguro. El sol calienta el pelo en desorden del hombre. La cara sonrojada de la mujer cuenta el esfuerzo realizado, pero respira con regularidad, sin perder el paso. El hombre tiene una cicatriz que le atraviesa en diagonal la mejilla izquierda. De vez en cuando, sonríe a los comentarios de ella y el rostro se le ilumina. De la mochila de la mujer asoman dos libros de artes marciales gastados.
--¿Cuando vuelves a casa? --pregunta él.
--Voy a tardar un tiempo. Primero tengo que morirme, para poder resucitar –contesta ella.

--Pero, ¡cuanto has tardado! --dice el hombre de la cicatriz en la mejilla izquierda a la mujer de piernas aguijoneadas por las hierbas altas.
--Antes tuve que entrenarme de forma férrea para poder resistir. ¿Podrás ocultarme durante un tiempo? –contesta ella.
--Sí. Pero dime, ¿de qué falleciste?
--De muerte natural no.
--Bien hecho.
--No se ha perdido todo...



No hay comentarios:

Publicar un comentario