Un grupo mixto recorre
a pie el camino por dónde se llega a Cipresia. Un hombre y una mujer
circulan a ritmo constante y seguro. El sol calienta el pelo en
desorden del hombre. La cara sonrojada de la mujer cuenta el esfuerzo
realizado, pero respira con regularidad, sin perder el paso. El
hombre tiene una cicatriz que le atraviesa en diagonal la mejilla
izquierda. De vez en cuando, sonríe a los comentarios de ella y el
rostro se le ilumina. De la mochila de la mujer asoman dos libros de
artes marciales gastados.
--¿Cuando vuelves a
casa? --pregunta él.
--Pero, ¡cuanto has
tardado! --dice el hombre de la cicatriz en la mejilla izquierda a la
mujer de piernas aguijoneadas por las hierbas altas.
--Antes tuve que
entrenarme de forma férrea para poder resistir. ¿Podrás ocultarme
durante un tiempo? –contesta ella.
--Sí. Pero dime, ¿de
qué falleciste?
--De muerte natural no.
--Bien hecho.
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